mercredi 19 juin 2013

Post 148: Punto de vista de la araña: Ligereza pesada

Punto de vista de la araña,
   Cuento para niños tontos y adultos listos
Parte XX: Ligereza pesada

Estaba cada día más ligera, tenía tanto cosquillas como dolores en mi abdomen cada vez más voluminoso. Y estaba cada vez más ligera. Mis pasos cada vez eran más largos, un poco como los hombres que estuvieron en la luna. No me explicaba de ninguna forma qué era lo que me estaba pasando. Nadie con quien intentaba blablar tampoco lo entendía. Solo sabía que esa sensación de cosquilleo, la tenía desde que la rosa me tocó cuando nos despedimos.

Decidí ir a ver a la rosa en su tierra, ella sabría decirme qué era lo que me pasaba. A pesar de la distancia, con viento a favor podría desplazarme hasta ella casi sin esfuerzo. Así fue,

-¡Oye! ¿Qué me has hecho? le pregunté ¿Qué me has metido en el abdomen?
-Nada, tranquilo, solo un poco de helio.
-Helio... ¿lo que ponen el  los globos?
-Sí
-¿Pero no es peligroso?
-Na... tranquilo, con el tiempo se te pasará, como todo

Como siempre, a pesar de mis ocho ojos, confié como una ciega en ella y la creí. Regresé a la tierra naranja una vez el viento cambió de sentido. Feliz con la ilusión de que esa sensación de cosquilleo me iba a pasar e iba a recobrar mi forma.

Mi abdomen siguió inflándose cada día un poco más. hasta que... al cabo de una semana más o menos... empece... sí, a volar. Mantenía contacto con el suelo unicamente gracias a mis telas, y tenía que dormir debajo de un techo o de una telaraña bien fuerte. Tenía que tener cuidado siempre de no volarme, ya que con la altitud podría explotar. Decidí esconderme en un bosque. Con los árboles encima, en caso de descuido podría coger una rama para evitar subir demasiado alto.

La sensación de cosquilleo se iba transformando poco a poco en dolor, seguía confiando en lo que me dijo la rosa... se me tenía que pasar, solo con el tiempo pero el dolor se fue demasiado fuerte. Se convirtió en pesadilla y no podía centrarme en nada más.

Una noche decidí dejarme subir a un árbol para preguntarle al búho si sabía un remedio. Deje la tela que me mantenía desde ya meces y llegué prácticamente a la cima de un pino. Ahí me esperaba mi amigo búho con quien había quedado gracias a mensajes por las telas.

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