lundi 15 octobre 2012

Post 102: Punto de vista de la araña: Tenía una compañera rosa.

Punto de vista de la araña,
    Cuento para niños tontos y adultos listos
Parte II: Tenía una compañera rosa.

Una rosa muy bella,
      y con pétalo rojo. Sus espinas agudas en el vástago se hacen más pequeñas y más verdes cuando subimos hacia los sépalos. De dos nudos, salen hojas, largas y ligeramente onduladas que tiene muy cuidadas. Explicaba que sino se caen. Las suele tener recogidas para que no les entre demasiado el viento. El amanecer y el rocío se juntan cada mañana para cubrirla de estrellas.

Ella no se movía mucho, por culpa de sus raíces según ella. Parecía atada. Me parece que las rosas normalmente se mueven más, tienen más libertad. Igual me iba bien, así siempre sabía donde encontrarla. Tenía que inventar escusas para pasar a verla, me sentía muy cómoda a su lado.
Eso sí, era una rosa. Entiendo que no era "mi" rosa. La libertad hace las cosas más bellas. Con pasar algo de tiempo con ella ya me valía. Sus hojas me protegían del mundo exterior, y me llevaba con ella cuando algo la desplazaba.

Hablábamos poco. O de temas sin importancia como la política de los humanos. Esos temas de conversación les lleva en el vástago, y son verdes. Creo que a ella le gustaba escuchar mis ideas que pueden parecer raras, pero que cuando escuchas mis razones parecen evidencias. Me parecía que ella tampoco entiende todo de los humanos.

Por muy diferente que fuéramos, compartíamos aspectos.
Ella también se tiene que esconder de los humanos. Si la vieran, podrían cortarla por la mitad y dejarla agonizar días y días enjaulada en un vaso de agua.
Hasta le podrían arrancar las espinas más gruesas. Nunca quiso picar a ningún humano tampoco, pero es verdad que puede ser peligrosa. No lo sabía y tampoco lo sabía.
Los humanos en vez de asustarse la consideran como un símbolo muy fuerte. No recuerdo de qué, pero algo muy fuerte. Se dice que a las hembras humanas incluso los cadáveres de rosas les gustan... ¡si no es favoritismo!

A cada tema de conversación correspondía una parte de la rosa. Puso una regla muy implícita entre nosotros. No hablaríamos de sentimientos. Los tendrá escondidos entre sus pétalos. No sabía muy bien si alguien llegó a verles. Hasta si realmente existían. Cada vez que hablando nos acercábamos de ellos, tenía esos pelillos arriba del pedúnculo que le provocaba escalofríos. Sus peciolos se levantaban y yo... ¡salía por los aires! Vaya tela la que tenía que usar para no caer al vacío...

Como con todos mis amigos, ella también un día la perdí de vista, solo me llegaban rumores sobre su vida por las telas del bosque. La echaba de menos, cuando veía otra rosa me dolía recordar que la había perdido. Me hizo entender la evidencia, a mis ojos no era una, era la rosa.

En un bosque tan grande como el donde me había perdido, es muy improbable encontrarse dos veces con la misma flor. Les habían bonitas con quien intentaba tener cualquier tipo de relación, pero no borraban de mi cefalotórax a la rosa.

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